Se estima que el 70% de las personas experimentará el síndrome del impostor en algún momento de su vida profesional. Este fenómeno silencioso no aparece en los informes de rendimiento, ni en las métricas de productividad. Sin embargo, podría ser la variable más influyente y subestimada en tu empresa, una que te está costando innovación, liderazgo y retención de talento.
Piénsalo: tienes a una directora de alto nivel que, internamente, atribuye cada éxito a la «suerte» o a la «ayuda de su equipo», nunca a su propia brillantez. O a ese talentoso desarrollador que no comparte una idea innovadora en la reunión semanal por miedo a que «sea una tontería y quede en evidencia». O quizás a esa persona brillante que rechaza un ascenso porque siente que «no está lista» o que «no merece esa responsabilidad».
Aquí está la paradoja: las empresas invierten fortunas en atraer y contratar talento de élite, para luego, a menudo sin darse cuenta, crear culturas donde ese mismo talento se siente intimidado, incapaz de reconocer sus logros y, en última instancia, silenciado para mostrarse por completo.
Estamos ante una barrera invisible que frena el potencial colectivo. Es hora de darle voz.
Más Que una Simple Duda: Entendiendo al Impostor Interno
El síndrome del impostor no es simplemente una «falta de confianza» o una «humildad excesiva». Es un patrón mental persistente que se caracteriza por una incapacidad profunda para reconocer los propios logros. A pesar de la evidencia externa de éxito, la persona afectada cree firmemente que es un fraude, que su éxito es resultado de la suerte o de haber engañado a los demás, y que en cualquier momento será «expuesta».
Imagina que tienes un «saboteador» en tu propia mente que roba tu confianza, distorsiona la realidad de tus logros y te convence de que no eres tan bueno como los demás creen. Ese saboteador es tu impostor interno.
Los cinco tipos de impostores que vemos en las empresas
El Perfeccionista: Vive con una lista inalcanzable de exigencias. Nunca está satisfecho. No delega efectivamente porque nadie lo hará «lo suficientemente bien», paralizando proyectos y llevándose al agotamiento.
El Superhumano: Siente la necesidad de sobresalir en todas las áreas de su vida (trabajo, familia, pasatiempos). Trabaja más duro que nadie para compensar su inseguridad, pero el agotamiento es su compañero constante.
El Genio Natural: Se avergüenza si tiene que esforzarse para aprender algo o si no «lo capta» a la primera. Evita los desafíos donde no pueda destacar de forma innata, limitando su crecimiento.
El Individualista: Cree que pedir ayuda es una señal de debilidad o incompetencia. Prefiere luchar en silencio y de forma aislada, perdiendo oportunidades de colaboración y aprendizaje.
El Experto: Siente que nunca tiene suficiente conocimiento. Rechaza oportunidades de liderazgo o proyectos nuevos porque considera que aún «no está suficientemente cualificado», a pesar de sus credenciales.
El Costo Real del Talento Oculto
Si el 70% de tu equipo está lidiando con esta voz interna, la pregunta crítica es: «¿Cuántos talentos se están escondiendo por miedo a ‘no ser suficientes’ y cuánto le está costando eso a tu empresa?»
El síndrome del impostor no es solo un problema individual; es un freno puesto al potencial colectivo, y tiene un impacto directo en tu organización:
Innovación perdida
Las ideas más disruptivas, las preguntas más incómodas y las soluciones más creativas a menudo provienen de las voces que se atreven a pensar diferente. Si tus colaboradores están silenciando sus ideas por miedo al juicio (propio y ajeno), esas innovaciones nunca verán la luz.
Lentitud en las decisiones
El perfeccionista o el experto dentro de tu equipo buscará la certeza absoluta del 100% antes de actuar. Esto ralentiza la ejecución, alarga los plazos y hace que la empresa pierda agilidad en un mercado que exige velocidad.
Pérdida de talento y agotamiento
Luchar constantemente contra la creencia de «no soy lo suficientemente bueno» es mental y emocionalmente agotador. La gente talentosa, de alto potencial, no se va de tu empresa por el trabajo; se va por el desgaste de sentirse constantemente inadecuada.
Liderazgo vacilante
Un líder que sufre el síndrome del impostor no puede abrazar plenamente su autoridad. Evitará decisiones difíciles por miedo a equivocarse, no dará feedback honesto por miedo a la confrontación o no inspirará confianza porque internamente no confía en sí mismo.
En resumen: estás pagando el salario completo por solo una fracción del potencial, la audacia y la innovación que tu gente realmente posee.

Cómo las Empresas (Sin Querer) Alimentan al Impostor
El síndrome del impostor prospera en ciertas condiciones culturales. Paradójicamente, muchas prácticas corporativas, bien intencionadas, pueden empeorar el problema.
La pregunta clave es: «¿Tu cultura laboral celebra los logros internos y fomenta un entorno donde el talento se siente seguro para brillar?»
Prácticas que alimentan la inseguridad
Solo feedback correctivo: En muchas empresas, el feedback se enfoca casi exclusivamente en lo que hay que mejorar. Si un profesional solo escucha sobre sus «áreas de oportunidad» y rara vez sobre lo que hizo excepcionalmente bien, el impostor tiene más munición para decir: «Ves, no eres tan bueno.»
El culto al «genio perfecto»: Se celebra solo a aquellos que «lo saben todo», que siempre tienen la respuesta perfecta y que no parecen esforzarse. Esto envía el mensaje sutil de que no está bien no saber, no está bien preguntar, y que cualquier signo de lucha es una debilidad que debe ocultarse.
Falta de inclusión real: El síndrome del impostor afecta desproporcionadamente a mujeres, a personas de color y a otros grupos subrepresentados en roles de liderazgo. Una cultura que no aborda activamente los sesgos inconscientes exacerba el sentimiento de «no pertenecer».
Medir solo resultados finales: Si el valor de un empleado se mide solo por los resultados finales, ignorando el esfuerzo, la estrategia, la colaboración y el aprendizaje en el camino, se fomenta una mentalidad de «todo o nada».
Una cultura que solo exige perfección es como un jardinero que solo mide las plantas y nunca las riega. Verá problemas, pero no entenderá por qué las plantas se marchitan.
El Antídoto: Construyendo una Cultura que Da «Permiso para Brillar»
Abordar el síndrome del impostor requiere un cambio de perspectiva: de verlo como un «problema individual» a reconocerlo como un síntoma de la cultura y una barrera estratégica para el talento. La solución no es solo personal, es organizacional.
Estrategias prácticas para el cambio
Cambiar el enfoque del feedback: Implementa modelos de feedback que incluyan reconocimiento genuino. Antes de hablar de mejoras, identifica y valida específicamente qué se hizo excepcionalmente bien, conectándolo con las habilidades y el esfuerzo del individuo.
Celebrar el aprendizaje y los «fracasos inteligentes»: Crea espacios donde los equipos y los líderes puedan compartir abiertamente sus «fracasos inteligentes» —aquellos que generaron aprendizaje valioso— y las lecciones clave. Esto normaliza el error y lo convierte en un motor de innovación.
Liderar con vulnerabilidad: Los líderes deben dar el ejemplo. Compartir abiertamente las propias luchas con la duda, los momentos de incertidumbre y cómo se superaron, es un acto de coraje que abre la puerta a la autenticidad en todo el equipo.
Medir la confianza, no solo el rendimiento: Incluye en las evaluaciones preguntas que sondean el nivel de seguridad psicológica: «¿En qué medida sientes que puedes compartir tus ideas más ambiciosas sin miedo a ser juzgado?» o «¿Sientes que tus logros son reconocidos y atribuidos a tu habilidad?»
Programas de mentoría intencionales: Diseña programas que emparejen a talentos emergentes con líderes experimentados que no solo ofrezcan guía técnica, sino que actúen como «patrocinadores» de su potencial. Un buen mentor no solo abre puertas, sino que verbaliza la valía del mentoreado.
El Liderazgo es Dar Permiso
El síndrome del impostor es un diálogo interno devastador, pero necesita un escenario cultural para actuar plenamente. Tu empresa puede ser ese escenario, perpetuando el ciclo de la duda, o puede ser el director que capacita a sus estrellas para que, finalmente, se den permiso para brillar.
Dar «permiso para brillar» no es una «habilidad blanda». Es la estrategia de talento más inteligente que una empresa puede adoptar: es liberar toda la capacidad, la innovación y el liderazgo por los que ya estás pagando.
Tu Primer Paso Hacia el Cambio
Tu primer paso es simple, pero profundo. En tu próxima reunión individual con un miembro de tu equipo, en lugar de preguntar solamente «¿Qué has logrado?», prueba con una pregunta más reveladora:
«¿De qué logro estás más orgulloso en este momento, y por qué sientes que fue directamente gracias a tu talento y esfuerzo únicos?»

Escucha con atención. La respuesta no solo te sorprenderá, sino que comenzará a cambiar la conversación interna de tu equipo, desde el silencio de la duda hacia el reconocimiento del potencial liberado.
Recursos Para Liberar el Potencial de Tu Equipo
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Porque liderar no es solo gestionar el talento. Es crear las condiciones para que ese talento se reconozca, se valore y brille sin miedo.